El otro día estaba en casa, buscando recomendaciones y críticas de libros cuando de repente me topé con una página que ya ni siquiera recordaba, la página de un amigo que en su tiempo fué una persona a la que conocí y en cierto modo admiré, mi querido amigo Fran Vázquez.
Cuando conocí a Fran de forma casual, si he de ser sincera, lo siento Fran, pero no recuerdo quién nos presentó exactamente, me gustó mucho su persona. Era un chico tranquilo, paciente, que nos contaba muchas cosas de la vida, con exquisito gusto y saber. Se nota cuando una persona es culta y se preocupa por aquellas cosas que van mas allá de lo cotidiano o del día a día.
Me gutaba hablar con él.
Pues como decía, Fran trabajaba, ademas de en muchas otras cosas, como colaborador de cadena SER, y fué así, entre programas de misterio y nuestro gusto por la lectura, como llegamos a conocernos y compartir algúnas cosas, como algúnos de mis relatos que, para mi grata sorpresa, aún tiene publicados en su página. Es así como me topé con una historia casi olvidada que le envié, y que como tantos otros recuerdos deben aún permanecer a buen recaudo en mi habitación, aquella donde he pasado tantas horas y que mi madre conserva tal y como estaba, con la unica diferencia de que mi hermano se ha instalado en ella, pero todo sigue tal y como estaba. La verdad es que me encantó poder recuperar parte de esos recuerdos y es por ello que los quiero compartir hoy con vosotros, todos aquellos a los que sé que les gusta entrar por aqui de vez en cuando y a los que agradezco su visita y retorno, pues es en gran medida por vosotros por quien deseo compartirlos.
Bueno, no me enrollo más, os dejo este pequeño relato que un día dediqué a una de las personas que mas quiero en este mundo, pues ha sido como una segunda madre para mí. Mi abuela materna.
Aun recuerdo cuando mi abuela me contaba historias sobre la guerra. Ella tiene 84 años, pero en su cabeza aun recuerda perfecta y dolorosamente el día en el que los aviones alemanes e italianos cruzaron por primera vez el azul cielo español, con aquellos zumbidos que parecían escopetas de aire comprimido, un zumbido ensordecedor que hizo que de repente todos mirasen al cielo anonadados. Los niños que jugaban en las calles malagueñas llamaban a sus padres para decirles admirados:
- Mira, papá. Mira que pájaros tan grandes surcando el cielo
- Sí, hijo, ¿has visto que bonitos son?, vamos a casa, es tarde - le contestaban sus padres con rostro algo mas desanimado y, porque no, asustado.
Cuando era pequeña, siempre le preguntaba:
- Abuela, ¿cómo fue la guerra? - porque siempre me ha gustado mas un relato de primera mano, y a ser posible contado por una persona que lo vivió en propia persona, aunque pueda caer en el error de ser demasiado subjetivo, eso sí, pero no por ello menos real e interesante. Recuerdo como sus pequeños ojillos arrugados por su inevitable vejez de abuela se llenaban de lagrimillas, y su rostro se empobrecía de tal manera que sentía que me había portado mal al preguntarle aquello. Ella lo suavizaba de una forma que solo ella podría hacer, porque me quería y me quiere con locura, aunque su dolor era más que evidente.
Cuando fui creciendo me di cuanta de muchas cosas, de porqué sufría tanto cuando yo le preguntaba por aquello, y sobre todo de muchas verdades que ella solía esconder tras pequeños esbozos o canciones para que me quedase dormida; no le gustaba que la viese llorar, y aunque a veces creía que dormía, yo la oía. Lo hacía muy despacito y casi en silencio para no despertarme, pero más de una noche la he oído llorar entre pequeños sollozos debajo de la ventana, conmigo entre sus brazos sentada en aquella butaca.
Tal vez pueda parecer exagerada la admiración que siento por ella, pero cierto es que es una persona a la que adoro, una mujer que ha sabido ser fuerte y luchadora en tiempos muy difíciles, y por ello la admiro y la quiero con locura.
Ya pasados los años me encomendaron un día en clase un trabajo de historia que me pareció interesante, y decidí pedirle ayuda. Se trataba de relatar a través de sus palabras y su propia experiencia como vivió todos aquellos momentos. En un principio dude de hacerlo, me dolía mucho verla sufrir, pero finalmente me decidí y ella no puso ninguna objeción. Fue entonces, a mis 18 años, cuando me contó toda la verdad. Cómo mataron en esa guerra al prometido de su hermana justo un mes antes de la boda, y como poco tiempo después violaron a su otra hermana, Isabel, un moro; y las historias y rumores que recorrían por las calles cuando las muchachas se negaban a hacer lo que ellos querían: "les cortaban los pechos", recuerdo que me contaba entre lagrimas de un dolor insoportable.
Hace algún tiempo regresamos a su pueblo. Su casa aun estaba allí, o al menos lo que quedaba de ella. Estaba totalmente derruida. A pesar de su larga edad, recordaba perfectamente la habitación donde su madre remendaba los calcetines mientras ellas dormían, o el lugar exacto donde se encontraba la pequeña cocina de leña donde ella y sus hermanas hacían de comer. Tuvieron que salir corriendo de allí una madrugada tras los primeros bombardeos; me prometí a mi misma que nunca mas la llevaríamos allí.
La guerra es algo que destruye no solo físicamente, sino también a las personas. Mi abuela lo vivió y yo doy gracias a Dios cada día por haber nacido ahora y por poder ver crecer a mis hermanos en un mundo en el que, con sus más y sus menos, viven relativamente felices. Este relato lo escribo en honor a una de las personas más valientes y con mas coraje humano que conozco, es ella, y la quiero muchísimo, el día que ya no este sé que en mi vida quedara un vacío que nadie podrá nunca remplazar. Te quiero abuela.
2 comentarios:
Bonito relato si señor :)
Yo tambien tuve que hacer un trabajo igual en el instituto y me parecio de lo mas interesante. La hermana de mi abuelo nos contó cada historia que nos dejaron heladas a mi hermana y a mi. Y mi abuelo tuvo que luchar en el bando franquista obligado y casi muere de un disparo que le rozó el corazón. Recuerdo cuando nos enseñó la cicatriz una tarde de verano...
Me has hecho recordar muchas cosas con este post ;)
Precioso.
No sé si te referirás al trabajo q tuvimos q hacer en la facultad para Historia, q iban a sacar un libro.
Mi abuela también me contaba todo lo q habían pasado en aquellas fechas o incluso cuando salía alguna noticia en la tele de conflictos en otros países saltaba "aaay maldita guerra". Si nos parece duro en palabras imaginaos vivirlo, se me ponen los pelos de punta.
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