
Hubo una vez en la que a un grupo de estudiantes se les pidió que nombrasen las siete maravillas del mundo. Aunque hubo algunas diferencias, la mayoría de los niños coincidió en estas siete:
- El Taj Mahal.
- El cañón del colorado.
- El canal de Panamá.
- La gran muralla china.
- El Empare State.
- La Basílica de San Pedro.
Mientras contaba los votos, la maestra se dió cuenta de que había una niña que aún no había terminado de confeccionar su lista. Así que le preguntó a la niña si tenía problemas para confeccionarla.
La niña le dijo que sí, ya que había muchas y dudaba. Entónces la maestra le dijo : - Léenos lo que tienes hasta ahora, y a lo mejor podemos ayudarte a acabarla -. La niña vaciló un instante... y luego comenzó a leer:
La niña le dijo que sí, ya que había muchas y dudaba. Entónces la maestra le dijo : - Léenos lo que tienes hasta ahora, y a lo mejor podemos ayudarte a acabarla -. La niña vaciló un instante... y luego comenzó a leer:
Para mí, las siete maravillas del mundo son:
- Poder ver.
- Poder oír.
- Poder probar.
- Poder tocar.
- Poder sentir.
- Poder reir.
- Y poder amar.
- Poder oír.
- Poder probar.
- Poder tocar.
- Poder sentir.
- Poder reir.
- Y poder amar.
El salón se silenció hasta tal punto que si se hubiese caído un alfiler, se habría oído.
Las cosas simples y cotidianas a las que no solemos dar importancia son, sencillamente, las más maravillosas.
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